martes, 14 de julio de 2009

Desesperanza y desesperación

Despierta con sexo matutino. Se viste con calma, y sale con camino al trabajo, en la comodidad de los amplios sillones del carísimo auto que maneja. No importa llegar tarde; las ventajas de ser el jefe. Pasa la mañana entre llamadas con colegas y amigos: activo, siendo importante. A la tarde come con algunos viejos compañeros de trabajo; los alimentos pasan entre anécdotas viejas y tragos nuevos. Vuelve unas horas a afinar algunos detalles de la empresa. Antes de llegar a casa, compra un ramo de flores para su esposa y juguetes para sus dos hijos. Al entrar lo reciben besos y abrazos y olor a cena casera. Se sientan a la mesa, comen entre risas e historias del día. Al final, un postre. Mientras los niños juegan, su esposa se sienta a su lado. Él se agacha, hurga en una bolsa negra que ha estado a sus pies toda la noche, ase con fuerza una pistola, la pone en su cien y aprieta el gatillo, llenando de piezas sangrientas de hueso y materia orgánica el bello rostro de su esposa, el helado suculento, las blanquísimas paredes, el impecable piso, la esterilizada mesa, los hijos perfectos, la felicidad prefabricada, la vida de consumo y esclavitud voluntaria.
Es libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario